top of page

Hermosa


Hermosa por Caleb Velázquez.

“Hermosa” no es más que una palabra, una idea, un concepto que no describe nada en particular: ni un color de ojos, ni una forma de rostro, ni de si el pelo es ondulado… nada. ¡Vaya!, ni siquiera podemos saber si se trata de “alguien” o de “algo”: una casa, un paisaje, una mascota, o alguna acción, bien podrían caer en la misma categoría.


Es un vocablo que le adhiere características a algún sustantivo perdido por ahí, uno cualquiera que ande vagabundeando; y es necesidad que vaya distraído para –por asalto– dotarlo entonces de esas particularidades que inminentemente le asignan formas, colores, valores y la admiración de los ojos transeúntes que paseen por este escrito, o por cualquier escrito. Es un adjetivo que sencillamente describe mejor que ninguno lo inigualable, ¿cómo?, diciendo: nada.


Este concepto de percepción embutido a la fuerza por el ser humano en dicha palabra, solo hace notar, que el descuidado sustantivo es de tales características, que tanto emisor como receptor lo hallarán talmente precioso, talmente magnífico, que quien lo contemple, oiga, escuche o consuma, obtendrá un goce garantizado. Emisores y receptores imaginarán entonces a placer, el placer dado a través de sus sentidos rebosados, aunque su mente navegue por características muy distintas y hasta opuestas, porque “esa palabrita”, se mueve con total libertad entre ambos, ajustando las ficciones que cada quien tiene, y se mantiene jugando, danzando, burlándose de ambos a sabiendas de estar a salvo de ser atacada por cualesquiera de ellos, precisamente, por ser admirada tanto de uno como de otro. “Hermosa” tiene ese encanto, esa magia que da la precisión de la ambigüedad.


De una taza “hermosa”, usted y yo tomaremos el mismo goce al imaginarla, pero yo pensé en una taza amarillo chillante, ¿y usted? Vemos entonces, que si se atreve uno a revelar “objetivamente” el color de la taza y a decirle “hermosa”, entonces… entonces nos enfrentamos, y si insiste, nos hacemos de palabras, de gritos, de bofetones por insolencias, y mejor vaya buscando padrino de armas para resolver este infundio…


Si en cambio, mantenemos la coloración de esa taza indeterminada con la sola precisión de “hermosa”, las fantasías personales de cada quien harán su trabajo y jamás seremos confrontados, enfrentados, ni afrentados: viviremos en paz. Es este un adjetivo de concordia, un adaptador de utopías, viejo convertidor de sueños.


Esta es la grandeza de la palabra “hermosa“, que contiene a las formas perfectas: un contorno de rostro sea este ovalado, redondo o cuadrado, el color de unos ojos sean estos negros, violetas o marrones, la estatura adecuada, el peso ideal, los músculos aptos, y si nos deslizamos un poco más, hasta el alma.


Definiendo en esto tal concepto, con toda humildad y sin riesgo a petulancia, puedo afirmar que mi casa –su casa–, ahora que logro que usted la imagine: es hermosa; y en el mismo sentido puedo afirmarlo de un amanecer, de mis mascotas, de la sala en la que está usted, yo.


Pero, a todo esto, ¿sabes por qué empecé a dilucidar sobre esta palabra? ¿Sabes realmente qué es en lo único que pienso al mencionarla? Claro… en ti.

________

El artículo puede ser citado total o parcialmente dando el crédito al autor del mismo y citando la fuente. Pro Rege.



Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
No hay tags aún.
Síguenos
  • Facebook (FIDDEC)
  • YouTube (FIDDEC)
bottom of page